Bien dicen que uno no está preparado para dar
el adiós definitivo a cualquier ser
querido y yo que durante años me prepare o me mentalice para verla partir y no
volverla a ver más físicamente, tampoco me funciono mucho.
Y para todos los que más o menos conocen mi
historia de vida, así como para los que no les comparto un poco de quien fue
María Sandoval en mi vida.
María Sandoval, era mi Abuela Materna, o mejor
dicho Mi Mamá María, quien siendo analfabeta y haber venido de pueblo fue quien
me educo, o mal educo, a lo largo de toda mi infancia y adolescencia; es quien participo activamente en esos valores
que te van marcando en la vida y de los cuales durante la noche del velorio,
vas haciendo recuento.
Mi Mamá María, fue quien me enseño a leer,
sumar, restar y multiplicar; se preguntaran que ¿como lo hacía si les comente
que era analfabeta? , yo creo que tenía un sentido de aprendizaje un tanto
rustico y si no le gustaba la tonada de las repeticiones de las tablas de multiplicar,
hacia que comenzara de nuevo la repetición, de la misma forma si no le gustaba el
cómo le estaba leyendo o si la entonación no concordaba con lo que le leía,
hacia que repitiera el párrafo y así un sin número de anécdotas que durante
toda esa vida en la que compartí con ella me fue imprimiendo; su sabiduría de
nutrición en la que decía que debíamos de comer tortillas por aquello del
calcio (cuando todavía el nixtamal lo lavaban con cal), comer frijoles negros
para el hierro, caldo de pescado para tener fuerza y asimilar los
conocimientos, las espinacas para la sangre y así tantas cosas que sin ella tener
la teoría científica, lo sabía y lo aplicaba.
Todo su amor lo expresaba en comida, ya que
ella habiendo quedado huérfana a los 3 años, contaba que tenía que comer arena
del rio para poder sentir llena la panza, por lo que cuando quería hacerte
sentir querido, te hacia tortillas a mano con frijoles negros de la olla y
salsa verde de molcajete, ese molcajete que debido a la fuerza que le imprimía
ya estaba más liso que cualquier piso de mármol, o un pozole con carne de cerdo
y pollo, también era creativa en eso de la comida, ya que para que no le
hiciéramos feo a la sopa de verdura, la licuaba dejando un potaje que en ocasiones
era imposible de pasarlo liquido y había que masticar un poco, pero todo era
para que comiéramos bien o mejor dicho para hacernos sentir queridos y amados,
sus frases celebres a la hora de la comida era, “el que es pendejo para comer,
ni de Dios goza” que traducido a algo menos romántico quería decir “el que es
pendejo para comer, es pendejo para todo”, “toman agua como bueyes” ya que no
le gustaba que durante la comida tomáramos mucha agua ya que se nos quitaban
las ganas de comer.
Y con esas frases celebres me fue educando o
mal educando, mi Mamá María siempre andaba de prisa, si así como el conejo de
Alicia en el País de las Maravillas, siempre contra el reloj, corriendo para
llegar a ningún lado, por lo que todo se tenía que hacer rápido, desayunar,
comer o cenar en media hora, no importaba que la sopa estuviera hirviendo, tu
tenias que comer rápido, tenias que caminar rápido, hacer la tarea rápido, leer
rápido o dar los recados rápido, ya que ella perdía tiempo, ¿tiempo para que
necesitaba? Aun no lo sé, pero siempre anduvo de prisa y eso creo me lo
contagio ya que yo también corro y corro y no se aun para que, otra frase célebre
era “me dan ganas de enchilarte los huevos, haber si así haces las cosas más
rápido”.
No le gustaba que viéramos TV, pero sabía que teníamos
que divertirnos en algo, por lo que a mi hermana y a mí nos dejaba ver solo
media hora de televisión, por las tardes y el resto del tiempo libre decía,
“salgan a jugar al patio, acábenselo, no estén de boca abierta solo viendo la
televisión” . No le gustaba estar
encerrada, por lo que el tiempo que teníamos disponible, nos llevaba al parque,
o a llenarnos de tierra, decía que nos debía de dar el sol diario, para que no
estuviéramos anémicos.
Mi Mamá María decía que para todo había tiempo,
hasta para morirnos y ese tiempo le llego, hace un mes, se fracturo la cadera,
y mientras esperábamos su cirugía y en esas largas noches en las que pasaba del
delirium tremens a las partes de lucidez, aun me hacia reír, quería que nos
vendieran cuatro juegos de sabanas del IMSS para que yo me quedara con dos
juegos para mi cama y dos para la cama de ella, me decía que le robara el
cobertor a la paciente de al lado, que ella no lo ocupara y que nos lo
lleváramos a la casa, que la llevara a la villa a ver a la virgen de Guadalupe,
que quería un refresco, que yo podía meterlo al hospital sin que se dieran
cuenta, que mi Madre siempre se la pasaba trabajando como burro sobándose el
lomo, que Verónica estaba enferma y que sabía que no la podía ir a ver, pero
que ella siempre rezaba para que su hija (Verónica) estuviera mejor, que Sandra
era muy mal hablada, pero que siempre estaba cuidando a sus hijos, que a
Bernardo nunca se le había quitado lo huevón (flojo) pero que siempre nos había
consentido, que Fabiola era muy geniuda y así, un sin número de cosas que
seguimos viviendo juntos.
Siendo honesto creí que mi Mamá María la libraría de esta, con todo y
que le quedaría una pierna más corta, con toda la fuerza que tenia aun en su
ser, la sacaría adelante, que solo tenía que tener paciencia para poder
recuperarse, pero no, no fue así, el sábado a las 13:30 hrs falleció, se fue,
ya no quiero pensar si se dejo morir, o simple y sencillamente como ella decía
era su tiempo de morir.
Aun con los pensamientos revueltos, con la tristeza
de que ya no está físicamente en este plano astral, seguiré recordando su forma
de ver la vida, la cual me heredo o me enseño, sus grandes frases, su conocimiento
empírico de la vida, su risa burlona, su nariz respingada y su nerviosismo de
toda la vida, el correr y correr para no llegar a ningún lado, su afán por
tallar la ropa cuando la lavaba y dejar las camisas mas blancas y el lavadero
mas liso, seguiré agradeciendo todas esas prendas que me decoloro por quererme
ayudar a lavar mi ropa, todos los días que me alimento, los mangos petacones
que nos comíamos sentados en las escaleras del patio de su casa, las mamilas de
caldo de pescado o de caldo de frijol que me dio en la infancia para crecer
grande y fuerte, los sopes, el pozole y borrego que tanto le gustaba hacer, prenderé
el radio buscando la estación del barrilito o mínimo que pasen la canción de
“el puente roto” que cantaba mientras lavaba, por que mas que mi Mamá María,
era la amiga que aunque nos dejáramos de ver por mucho tiempo, siempre podíamos
disfrutar de comer o desayunar o de las preocupaciones de que el dinero no
alcanzaba para nada, o las anécdotas de su vida de mojada en estados unidos, así
como el regaño de que fumaba yo como chacuaco, o su pregunta de cómo está el
Kanguro (Roberto mi novio), o preguntarme si estaba a gusto en mi trabajo.
Hoy con estas líneas le quiero rendir un
homenaje, ya que me encantaría que todos la hubieran conocido y hubieran
disfrutado tanto como yo algún momento con ella, con esa Viejita estricta,
exigente, presumida, burlona, sabia pero sobre todo muy cariñosa, si a su
manera, pero muy cariñosa y muy humana.
Reconozco que ante ella perdí varias batallas,
una fue cuando me dijeron que yo tenía que enseñarla a leer y escribir; nunca se
dejo, terminaba comprándome con un plato de sandia picada con sal y limón o con
unos sopes recién hechos y otra fue esa de que no le lloraría el día que se
muriera; hoy te lo digo Mamá María, la neta no pude y si te llore, se que te
voy a extrañar pero también sé que cuando me corte y me ponga limón con sal
antes que merthiolate en la herida para que esta sane, sabre que lo aprendí de
ti.
No veremos en otro plano astral o en otra vida,
lo que si se es que nos encontraremos y que hasta que yo siga vivo seguirás
siendo Mi Mamá María.